jueves, 9 de febrero de 2017

UNA QUINTA FRACCIÓN DEL ALMA: EL POETA TRISTE.

UNA QUINTA FRACCIÓN  DEL ALMA:                                                                                          EL POETA TRISTE.



Habito tierra de muerte.
Vierto mil almas de barro;
sus formas endebles
al tacto quedan en trizas.


Cielos de vidrio caen,
fracturándose en el asfalto.

Llueve en el parabrisas
                        de mis ojos.

Sólo dos colores existen:
            blanco, y negro…
Sin sustancia, el vacío forman.

Nada milita bajo mi llaga,
supura la desolación.
Viento helado sopla
en la flauta de mis huesos;
con su aliento fétido
toca el eco extraviado.

Despiertan las mariposas,
rompen el capullo furiosas.
Abren alas de terciopelo negro
para escapar volando de mi cadáver.

Soy una galaxia
de estrellas muertas,
en un mundo de zombis.

¡Mentira! ¡Mentira! ¡No son mariposas!
Son mis hojas de carbón
que se elevan en remolinos negros.
Debajo del cadáver de un árbol,
entre sus ramas crujientes
y sus dedos porosos,  
dedos largos y fríos
como la mano  de la muerte,
ahí estoy,,,

No quedan más hojas,
sólo ramas que se retuercen
como lo hace un envenenado en su cama.

Mi árbol se mece y estira sus brazos,
me alcanza bajo su maternal regazo.
Me multiplico desgarrando mi alma.
¡Ya no soy un hombre!

Sobre una mesa de mármol
nuestro rostro se esconde.
Vestimos trapos rotos
que no cubren el mutilamiento.

Negra manta nos envuelve  
un esqueleto forrado de piel.

Un trozo de mi alma
me vigila desde afuera,
aguardando a que mi corazón palpite.

Me llama,
            y no respondo,,,

Entonces grita:
            ¡Despierta,
                        gira el engrane y vive
aunque para eso mueras!

Respiración dolorosa,
movimientos imperceptibles,
con locura respondo,
las cavernas de mi pecho
exhalan violentos huracanes.

—¡Basta! ¡Basta!
¡No me molestes!
            ¡Hace mucho que me desprendí de ti!—

 ¿Qué es lo que somos entonces?

Si te olvidé, ¿cuál es mi nombre?

—Soy el aroma de un caparazón vacío…
el susurro insonoro de lo que fui.—

Lentamente levanto la mirada,
            mis ojos colisionan entre sí. 

Puedo verme,
soporto el asco,  
            me descubro encorvado,
sucio, agotado, enfermo, moribundo…

Me sostengo la mirada,
¡atravieso mis pupilas estériles!

Pálido como un gusano,
            ojos sepultados en mi rostro
se hunden como pesadas anclas
en el abismo de mis pesadillas.

Dos anfiteatros negros 
con perfume a cloroformo
cuelgan donde existieron mis párpados,
pesados sacos llenos de desvelos.

Mis ojos emanan obscura tinta
más lóbrega que la noche.

Gota a gota se fuga por mi rostro,
avanzan por mi garganta
dejando telarañas a su paso.



¡Podría tragarme la luna
con el abismo de mi pecho!
¡Dejar la noche absoluta!

Mi tinta se vuelve vestigio
            que se lleva el viento,
con su voz de tornado.

(Me observo.)
Me duele respirar.
Mi pecho tiene cien agujas
de cien besos bebidos. 

Mi boca se abre
            contra mi voluntad.
Exhalo un grito en silencio.

Nuestras miradas colisionan
en un laberinto inmortal.
            Mis ojos son infinitos,
todos me vigilan. 

—¡Quién soy, me preguntas!

Soy lo que soy:
dolor, angustia, depresión,
la forma melancólica de las letras.

Soy alma desconsolada del poeta,
sin esperanzas ni ilusiones amorfas,
el aliento de los lamentos,
cráneo con aroma a rosas marchitas,
el desprendimiento, el desgarramiento,
¡la amputación de la luz…!—

¿Por qué existes?
¿Cuál es tu propósito devorando mi alma?

Un gesto deforma mi semblante.
Cruje la carcomida esencia,
chirrían mis articulaciones.
Me levanto.  ¡Grito
embriagado de muerte!:

 —¡Yo no escribo!
                      ¡No escribo!
Mi pluma fue arrancada
de mis alas cuando aún eran blancas.
¡Mi tinta es mi negra sangre!
Mi aliento se difumina
sobre la hojarasca de mis días.

…sentencias de muertos vigilantes
            en calabozos de azufre…

No, mortal. Yo no escribo,
                        dejé de hacerlo,
es inútil,
las letras no me bastan.

Yo soy fuente de lágrimas
que esculpe sobre la piedra
el dolor inagotable del hastío.

Mi ser se desprende
arrancado a mordidas,
¡se trasforma en polvo!

Yo soy el dolor,
el calvario sin nombre,
la raíz gruesa del sufrimiento.

¡Soy el abismo donde todos se refugian!,
de donde pocos vuelven,
            mas ninguno siendo el mismo. 

La forma del desamor,
el enfrentamiento de la muerte,
la pérdida, la negación.
Soy la pus en la herida
comiéndote desde adentro. 

¡Llevo clavados
los aguijones de la poesía!
El tallo sin flor,
sólo las espinas.

Mi espectro es veneno
en tiempo extraviado.

Perdido en la oscuridad
me acobija la desgracia.
Me arranca el rostro,
me muestra al fantasma
que habita en las catacumbas de mi corazón.

Mis manos son amarras
en mi pecho de dunas;
se desmorona implacable 
como un castillo de naipes.

En este mundo
 nada vive,
            nada muere.
Escupo mi alma podrida
por la boca de mi herida abierta.

La copa en mi mano
se llena todo el tiempo
del vino amargo y añejo
de la melancolía.
La tristeza es la uva de este vino,
lo único que bebo…—

¿Por qué?

—¡Porque quiero!,
así entiendo el dolor ajeno,
la esperanza perdida,
los sueños rotos,
las palabras tristes que olvidaron
decir los vivos a sus muertos,
y viceversa.

Existo y no, soy y no soy…
en un mundo con las entrañas hechas nudos.

Soy la depresión crónica del poeta,  
sin curas milagrosas, ni narcóticos de ilusión. 

…la añoranza ponzoñosa
            comiéndose el corazón… 

No tengo letras sosas,
no conquisto al amor,
no comparto el dolor,
me desintegro bajo suelo
en el silencio del abandonado.

De vez en cuando
una lágrima brota,
toma forma
cuando el sufrimiento
revienta mi carne,
y sale al mundo
para ser consolada.

Es en esas noches
cuando el dolor me supera,
y me convierte en letras.

Esta noche
la crisálida de mis ojos
se fractura,
mis susurros evolucionan en gritos.
Tornados que arrancan
la tierra de mis dedos.

Nace un poema,
vástago de mi dolor,
bocanada de vida
que me sostiene flotando
en este mar de soledades.

Las fuerzas me abandonan,
me suelto, se despeña mi ente
para caer aún más profundo
en la espesa penumbra.

Me enrosco dentro del cuerpo,
se acelera mi respiración,
sostengo mi pecho con fuerza.
Aún puedo mirarme a los ojos,
y me encuentro solo…

Mi mirada destella,
ilumina brevemente la oscuridad.  
Con un dolor de parto
un poema me desgarra
arañando mi carne para salir,
y nace:
            --¡¿Dónde?! ¿Dónde te escondes?
              ¡Oh vida! Extraña visión la mía,
              precursora de mi dolor,
              fístula putrefacta de mi amor.

              Sedienta está la herida
              que provocaste con tu partida.
             
              Mira mi alma, que está perdida.
              Mira mis manos, que ya no rezan.
              Mira mi voz, que pide clemencia…

             ¡Oh! Telaraña de mentiras
             bordadas en mi piel.
             ¡Falsos juramentos de amor!

             Toma la daga,
             atraviesa mi pecho,
             ¡mátame por completo!
              No me dejes medio muerto,
              medio despierto,
              medio enterrado en tus sueños,
             que sin ti…
            simplemente no me encuentro,,,—
Silencio…
al fin las aguas se calman.
Clemencia,,,

Caigo de rodillas,
me inclino, y vuelvo a esconderme
entre mis brazos.

Sostengo la copa:
bebo, hasta embrutecerme.

Cenizas vuelan como mariposas
desde mi corazón.

No digo nada.
El cielo me ha comprendido.
Mi sangre de calamar
se desliza sin forma.
La amargura, no la tiene.

El viento congela la atmósfera.
No puedo seguir conmigo.
Me doy la vuelta
dándome la espalda,
me marcho,
me abandono…

Me apuñala su existencia:
la espina encarnada en mi corazón,
seguirá doliendo.

Sin mirar atrás,
derramo una plegaria para mí…








Mi última evocación,
último estigma:
,,,
Así
sobrevives, 
corazón obscuro
de alma violeta.
La quinta parte del poeta.
Comienzo a abandonarme,
no puedes
salvarme,
Caín.
,,,
,,,
Queda
mirando
mi reflejo
desde el baño,

cómo mi espalda, se marcha.  

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