UNA QUINTA FRACCIÓN DEL ALMA: EL POETA TRISTE.
Habito tierra de muerte.
Vierto mil almas de barro;
sus formas endebles
al tacto quedan en trizas.
Cielos
de vidrio caen,
fracturándose
en el asfalto.
Llueve
en el parabrisas
de mis ojos.
Sólo
dos colores existen:
blanco, y negro…
Sin
sustancia, el vacío forman.
Nada
milita bajo mi llaga,
supura
la desolación.
Viento
helado sopla
en
la flauta de mis huesos;
con
su aliento fétido
toca
el eco extraviado.
Despiertan
las mariposas,
rompen
el capullo furiosas.
Abren
alas de terciopelo negro
para
escapar volando de mi cadáver.
Soy
una galaxia
de
estrellas muertas,
en
un mundo de zombis.
¡Mentira!
¡Mentira! ¡No son mariposas!
Son
mis hojas de carbón
que
se elevan en remolinos negros.
Debajo
del cadáver de un árbol,
entre
sus ramas crujientes
y
sus dedos porosos,
dedos
largos y fríos
como
la mano de la muerte,
ahí
estoy,,,
No
quedan más hojas,
sólo
ramas que se retuercen
como
lo hace un envenenado en su cama.
Mi
árbol se mece y estira sus brazos,
me
alcanza bajo su maternal regazo.
Me
multiplico desgarrando mi alma.
¡Ya
no soy un hombre!
Sobre
una mesa de mármol
nuestro
rostro se esconde.
Vestimos
trapos rotos
que
no cubren el mutilamiento.
Negra
manta nos envuelve
un
esqueleto forrado de piel.
Un
trozo de mi alma
me
vigila desde afuera,
aguardando
a que mi corazón palpite.
Me
llama,
y
no respondo,,,
Entonces
grita:
¡Despierta,
gira el engrane y vive
aunque
para eso mueras!
Respiración
dolorosa,
movimientos
imperceptibles,
con
locura respondo,
las
cavernas de mi pecho
exhalan
violentos huracanes.
—¡Basta!
¡Basta!
¡No
me molestes!
¡Hace mucho que me desprendí de ti!—
¿Qué es lo que somos entonces?
Si
te olvidé, ¿cuál es mi nombre?
—Soy
el aroma de un caparazón vacío…
el
susurro insonoro de lo que fui.—
Lentamente
levanto la mirada,
mis ojos colisionan entre sí.
Puedo
verme,
soporto
el asco,
me descubro encorvado,
sucio,
agotado, enfermo, moribundo…
Me
sostengo la mirada,
¡atravieso
mis pupilas estériles!
Pálido
como un gusano,
ojos sepultados en mi rostro
se
hunden como pesadas anclas
en
el abismo de mis pesadillas.
Dos
anfiteatros negros
con
perfume a cloroformo
cuelgan
donde existieron mis párpados,
pesados
sacos llenos de desvelos.
Mis
ojos emanan obscura tinta
más
lóbrega que la noche.
Gota
a gota se fuga por mi rostro,
avanzan
por mi garganta
dejando
telarañas a su paso.
¡Podría
tragarme la luna
con
el abismo de mi pecho!
¡Dejar
la noche absoluta!
Mi
tinta se vuelve vestigio
que se lleva el viento,
con
su voz de tornado.
(Me
observo.)
Me
duele respirar.
Mi
pecho tiene cien agujas
de
cien besos bebidos.
Mi
boca se abre
contra mi voluntad.
Exhalo
un grito en silencio.
Nuestras
miradas colisionan
en
un laberinto inmortal.
Mis ojos son infinitos,
todos
me vigilan.
—¡Quién
soy, me preguntas!
Soy
lo que soy:
dolor,
angustia, depresión,
la
forma melancólica de las letras.
Soy
alma desconsolada del poeta,
sin
esperanzas ni ilusiones amorfas,
el
aliento de los lamentos,
cráneo
con aroma a rosas marchitas,
el
desprendimiento, el desgarramiento,
¡la
amputación de la luz…!—
¿Por
qué existes?
¿Cuál
es tu propósito devorando mi alma?
Un
gesto deforma mi semblante.
Cruje
la carcomida esencia,
chirrían
mis articulaciones.
Me
levanto. ¡Grito
embriagado
de muerte!:
—¡Yo no escribo!
¡No escribo!
Mi
pluma fue arrancada
de
mis alas cuando aún eran blancas.
¡Mi
tinta es mi negra sangre!
Mi
aliento se difumina
sobre
la hojarasca de mis días.
…sentencias
de muertos vigilantes
en calabozos de azufre…
No,
mortal. Yo no escribo,
dejé de hacerlo,
es
inútil,
las
letras no me bastan.
Yo
soy fuente de lágrimas
que
esculpe sobre la piedra
el
dolor inagotable del hastío.
Mi
ser se desprende
arrancado
a mordidas,
¡se
trasforma en polvo!
Yo
soy el dolor,
el
calvario sin nombre,
la
raíz gruesa del sufrimiento.
¡Soy
el abismo donde todos se refugian!,
de
donde pocos vuelven,
mas ninguno siendo el mismo.
La
forma del desamor,
el
enfrentamiento de la muerte,
la
pérdida, la negación.
Soy
la pus en la herida
comiéndote
desde adentro.
¡Llevo
clavados
los
aguijones de la poesía!
El
tallo sin flor,
sólo
las espinas.
Mi
espectro es veneno
en
tiempo extraviado.
Perdido
en la oscuridad
me
acobija la desgracia.
Me
arranca el rostro,
me
muestra al fantasma
que
habita en las catacumbas de mi corazón.
Mis
manos son amarras
en
mi pecho de dunas;
se
desmorona implacable
como
un castillo de naipes.
En
este mundo
nada vive,
nada muere.
Escupo
mi alma podrida
por
la boca de mi herida abierta.
La
copa en mi mano
se
llena todo el tiempo
del
vino amargo y añejo
de
la melancolía.
La
tristeza es la uva de este vino,
lo
único que bebo…—
¿Por
qué?
—¡Porque
quiero!,
así
entiendo el dolor ajeno,
la
esperanza perdida,
los
sueños rotos,
las
palabras tristes que olvidaron
decir
los vivos a sus muertos,
y
viceversa.
Existo
y no, soy y no soy…
en
un mundo con las entrañas hechas nudos.
Soy
la depresión crónica del poeta,
sin
curas milagrosas, ni narcóticos de ilusión.
…la
añoranza ponzoñosa
comiéndose el corazón…
No
tengo letras sosas,
no
conquisto al amor,
no
comparto el dolor,
me
desintegro bajo suelo
en
el silencio del abandonado.
De
vez en cuando
una
lágrima brota,
toma
forma
cuando
el sufrimiento
revienta
mi carne,
y
sale al mundo
para
ser consolada.
Es
en esas noches
cuando
el dolor me supera,
y
me convierte en letras.
Esta
noche
la
crisálida de mis ojos
se
fractura,
mis
susurros evolucionan en gritos.
Tornados
que arrancan
la
tierra de mis dedos.
Nace
un poema,
vástago
de mi dolor,
bocanada
de vida
que
me sostiene flotando
en
este mar de soledades.
Las
fuerzas me abandonan,
me
suelto, se despeña mi ente
para
caer aún más profundo
en
la espesa penumbra.
Me
enrosco dentro del cuerpo,
se
acelera mi respiración,
sostengo
mi pecho con fuerza.
Aún
puedo mirarme a los ojos,
y
me encuentro solo…
Mi
mirada destella,
ilumina
brevemente la oscuridad.
Con
un dolor de parto
un
poema me desgarra
arañando
mi carne para salir,
y
nace:
--¡¿Dónde?! ¿Dónde te escondes?
¡Oh vida! Extraña visión la mía,
precursora de mi dolor,
fístula putrefacta de mi amor.
Sedienta está la herida
que provocaste con tu partida.
Mira mi alma, que está perdida.
Mira mis manos, que ya no rezan.
Mira mi voz, que pide clemencia…
¡Oh! Telaraña de mentiras
bordadas en mi piel.
¡Falsos juramentos de amor!
Toma la daga,
atraviesa mi pecho,
¡mátame por completo!
No me dejes medio muerto,
medio despierto,
medio enterrado en tus sueños,
que sin ti…
simplemente no me encuentro,,,—
Silencio…
al
fin las aguas se calman.
Clemencia,,,
Caigo
de rodillas,
me
inclino, y vuelvo a esconderme
entre
mis brazos.
Sostengo
la copa:
bebo,
hasta embrutecerme.
Cenizas
vuelan como mariposas
desde
mi corazón.
No
digo nada.
El
cielo me ha comprendido.
Mi
sangre de calamar
se
desliza sin forma.
La
amargura, no la tiene.
El
viento congela la atmósfera.
No
puedo seguir conmigo.
Me
doy la vuelta
dándome
la espalda,
me
marcho,
me
abandono…
Me
apuñala su existencia:
la
espina encarnada en mi corazón,
seguirá
doliendo.
Sin
mirar atrás,
derramo
una plegaria para mí…
Mi
última evocación,
último
estigma:
,,,
Así
sobrevives,
corazón
obscuro
de
alma violeta.
La
quinta parte del poeta.
Comienzo
a abandonarme,
no
puedes
salvarme,
Caín.
,,,
,,,
Queda
mirando
mi
reflejo
desde
el baño,
cómo
mi espalda, se marcha.
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