jueves, 9 de febrero de 2017

LA NOCHE

LA NOCHE


El silencio me alcanzó,
la noche me cubre…

No soy eco errante,
abismo ennegrecido,
puente colgante
o sangre fétida.

Tres nudos en mi garganta
tres puntos en una palabra,
tres costillas fantasma
y una coma entre los dientes.

¿Qué sostiene el sol
cuando las murallas callan?

Cae el eterno faro
sumergido bajo las arenas,
es un escarabajo dorado
prometiendo resucitar.

Arranca mis lágrimas
que forman el Nilo,
e incinera al desierto
mientras es de noche.

Sólo quedarán cenizas,
arenas negras,
cigarros muertos,
un corazón en el cenicero.

¡No prometiste que mayo fuese eterno!
Más lo creí verdadero.   

¿Quién corromperá mi alma
                en este sumidero?

Estoy roto,
                ¡Soy el infierno!

Niégame, Afrodita, tus deseos.
He de conservar tus orgasmos
como un tesoro al desacato.

Dios es hermafrodita
y tiene las piernas abiertas
soy la Veritas que fornica con el universo.

Son mis huesos
la ultratumba de tu nombre,
tu tacto un cáncer en su médula,
tú eres el tuétano negro de mi ser.

El amor es inmortal
                por eso se maldice,
para extirparnos las dagas
que apuñalan nuestra sinrazón.

Meteré los dedos en la herida
excavando bajo la piel,
rescatando lo que queda de nosotros,
¡No duele tu ausencia
si no se tiene palpitar!   

Mi corazón de carbonita
                se desintegró en mis dedos
lo inhalé, por eso divagó
                en los corredores de la muerte,
desvistiendo al tiempo bajo sus sombras.  

He violado la tristeza,
                fertilicé su vientre con mis lágrimas,
la melancolía es nuestra  obra
un vástago para no sentirnos tan solos.

¡Tiembla mi carne bajo mi piel!
                placas tectónicas en terremotos del olvido,
sacuden violentamente los tatuajes
                de tus dedos acariciando mis sentidos.



Cae el faro dorado de tu mirada,
                la noche me alcanza póstuma,
obscena, sin luna ni estrellas.

Un águila dentro de un capullo
en metamorfosis:

Se desprendieron mis plumas
                tragadas por remolinos de sangre,
explotó mi pico dorado
                y me salieron colmillos de nova.

He vuelto como  murciélago,
                bebo los glóbulos rojos
de los labios de la luna, mi musa.

Le hago el amor a la noche,
                su piel morena me pertenece,
mamo de su seno el veneno de lo oculto.
               
                Revelo el misterio que encubre sus ojos,
un clímax al sabernos perdidos.

Me habéis dado por muerto,
                del necromundo he vuelto y camino.   

Me condenaste a las sombras,
                de las sombras he nacido.

No soy Lázaro,
                 ando por mí atrevimiento.

Que sean tuyos el día
                las rosas y los capullos,
el viento y el sereno frío,
así como mía es la noche,
                con su piernas de puentes
su abismo tibio y su vientre fértil.

Que te adore  la luz
                revelando tus pecados.

Así como amo  las sombras   
                que ocultan mi desnudez.

Tu labio apagó mi flama;
con un beso dividido.

Dos monedas sobre mis ojos,
el barquero me devolvió. 

Del humo que tu aliento
no supo devorar;
                reencarné…

No vivo,
                no muero.

Incluso las mariposas
                son nocturnas
y vuelan sobre aguijones en estas arenas.

Existe más vida al cobijo de las sombras
                que bajo la luz.

La noche está viva,
                es mi amante y nos pertenecemos.

Vuelve a  la luz
                 fantasma  del pasado.
Sigue muerto en tu jardín de rosales
                olvida mi nombre,
                               olvida que existo,   
luciérnaga ciega…

Arde, ¡Arde
                en las llamas del sol que has creado!

Tu sangre, tu vida, tu antigua caligrafía
                o tus jeroglíficos del alma,
no me interesan.
               


Olvida que fuiste amada
por aquél que tomó el manto sobre sí
para ser:

                        la oscuridad…      

SIN PENÉLOPE

SIN PENÉLOPE


No me quedé sin letras,
                no falla  la consonante,
prosigo armando  el sueño de adjetivos,
                no se  han secado las vocales.

Soy el sujeto  desvestido por el predicado,
                sigo conjugando el ser en el olvido.

Existo sobre una marea de prefijos,
                soy astronauta en sustantivo
en  navíos de metáforas,
                pesco luciérnagas de adjetivos,
 cometas de puntos negros
                y conquisto tsunamis de comas.  


No yace colgada mi alma
                en los ganchos de este mundo,
cual inmóvil montaña prevalezco.

Perdí mis anclas en un mar de poesía,
bajo la luna de la musa
no tengo cadenas.

No fui cesado sin letras,
                desangró  todos mis versos,
                lloró todos mis abecedarios.

Sólo me quedé sin ella,

                               sin Penélope…  

UNA QUINTA FRACCIÓN DEL ALMA: EL POETA TRISTE.

UNA QUINTA FRACCIÓN  DEL ALMA:                                                                                          EL POETA TRISTE.



Habito tierra de muerte.
Vierto mil almas de barro;
sus formas endebles
al tacto quedan en trizas.


Cielos de vidrio caen,
fracturándose en el asfalto.

Llueve en el parabrisas
                        de mis ojos.

Sólo dos colores existen:
            blanco, y negro…
Sin sustancia, el vacío forman.

Nada milita bajo mi llaga,
supura la desolación.
Viento helado sopla
en la flauta de mis huesos;
con su aliento fétido
toca el eco extraviado.

Despiertan las mariposas,
rompen el capullo furiosas.
Abren alas de terciopelo negro
para escapar volando de mi cadáver.

Soy una galaxia
de estrellas muertas,
en un mundo de zombis.

¡Mentira! ¡Mentira! ¡No son mariposas!
Son mis hojas de carbón
que se elevan en remolinos negros.
Debajo del cadáver de un árbol,
entre sus ramas crujientes
y sus dedos porosos,  
dedos largos y fríos
como la mano  de la muerte,
ahí estoy,,,

No quedan más hojas,
sólo ramas que se retuercen
como lo hace un envenenado en su cama.

Mi árbol se mece y estira sus brazos,
me alcanza bajo su maternal regazo.
Me multiplico desgarrando mi alma.
¡Ya no soy un hombre!

Sobre una mesa de mármol
nuestro rostro se esconde.
Vestimos trapos rotos
que no cubren el mutilamiento.

Negra manta nos envuelve  
un esqueleto forrado de piel.

Un trozo de mi alma
me vigila desde afuera,
aguardando a que mi corazón palpite.

Me llama,
            y no respondo,,,

Entonces grita:
            ¡Despierta,
                        gira el engrane y vive
aunque para eso mueras!

Respiración dolorosa,
movimientos imperceptibles,
con locura respondo,
las cavernas de mi pecho
exhalan violentos huracanes.

—¡Basta! ¡Basta!
¡No me molestes!
            ¡Hace mucho que me desprendí de ti!—

 ¿Qué es lo que somos entonces?

Si te olvidé, ¿cuál es mi nombre?

—Soy el aroma de un caparazón vacío…
el susurro insonoro de lo que fui.—

Lentamente levanto la mirada,
            mis ojos colisionan entre sí. 

Puedo verme,
soporto el asco,  
            me descubro encorvado,
sucio, agotado, enfermo, moribundo…

Me sostengo la mirada,
¡atravieso mis pupilas estériles!

Pálido como un gusano,
            ojos sepultados en mi rostro
se hunden como pesadas anclas
en el abismo de mis pesadillas.

Dos anfiteatros negros 
con perfume a cloroformo
cuelgan donde existieron mis párpados,
pesados sacos llenos de desvelos.

Mis ojos emanan obscura tinta
más lóbrega que la noche.

Gota a gota se fuga por mi rostro,
avanzan por mi garganta
dejando telarañas a su paso.



¡Podría tragarme la luna
con el abismo de mi pecho!
¡Dejar la noche absoluta!

Mi tinta se vuelve vestigio
            que se lleva el viento,
con su voz de tornado.

(Me observo.)
Me duele respirar.
Mi pecho tiene cien agujas
de cien besos bebidos. 

Mi boca se abre
            contra mi voluntad.
Exhalo un grito en silencio.

Nuestras miradas colisionan
en un laberinto inmortal.
            Mis ojos son infinitos,
todos me vigilan. 

—¡Quién soy, me preguntas!

Soy lo que soy:
dolor, angustia, depresión,
la forma melancólica de las letras.

Soy alma desconsolada del poeta,
sin esperanzas ni ilusiones amorfas,
el aliento de los lamentos,
cráneo con aroma a rosas marchitas,
el desprendimiento, el desgarramiento,
¡la amputación de la luz…!—

¿Por qué existes?
¿Cuál es tu propósito devorando mi alma?

Un gesto deforma mi semblante.
Cruje la carcomida esencia,
chirrían mis articulaciones.
Me levanto.  ¡Grito
embriagado de muerte!:

 —¡Yo no escribo!
                      ¡No escribo!
Mi pluma fue arrancada
de mis alas cuando aún eran blancas.
¡Mi tinta es mi negra sangre!
Mi aliento se difumina
sobre la hojarasca de mis días.

…sentencias de muertos vigilantes
            en calabozos de azufre…

No, mortal. Yo no escribo,
                        dejé de hacerlo,
es inútil,
las letras no me bastan.

Yo soy fuente de lágrimas
que esculpe sobre la piedra
el dolor inagotable del hastío.

Mi ser se desprende
arrancado a mordidas,
¡se trasforma en polvo!

Yo soy el dolor,
el calvario sin nombre,
la raíz gruesa del sufrimiento.

¡Soy el abismo donde todos se refugian!,
de donde pocos vuelven,
            mas ninguno siendo el mismo. 

La forma del desamor,
el enfrentamiento de la muerte,
la pérdida, la negación.
Soy la pus en la herida
comiéndote desde adentro. 

¡Llevo clavados
los aguijones de la poesía!
El tallo sin flor,
sólo las espinas.

Mi espectro es veneno
en tiempo extraviado.

Perdido en la oscuridad
me acobija la desgracia.
Me arranca el rostro,
me muestra al fantasma
que habita en las catacumbas de mi corazón.

Mis manos son amarras
en mi pecho de dunas;
se desmorona implacable 
como un castillo de naipes.

En este mundo
 nada vive,
            nada muere.
Escupo mi alma podrida
por la boca de mi herida abierta.

La copa en mi mano
se llena todo el tiempo
del vino amargo y añejo
de la melancolía.
La tristeza es la uva de este vino,
lo único que bebo…—

¿Por qué?

—¡Porque quiero!,
así entiendo el dolor ajeno,
la esperanza perdida,
los sueños rotos,
las palabras tristes que olvidaron
decir los vivos a sus muertos,
y viceversa.

Existo y no, soy y no soy…
en un mundo con las entrañas hechas nudos.

Soy la depresión crónica del poeta,  
sin curas milagrosas, ni narcóticos de ilusión. 

…la añoranza ponzoñosa
            comiéndose el corazón… 

No tengo letras sosas,
no conquisto al amor,
no comparto el dolor,
me desintegro bajo suelo
en el silencio del abandonado.

De vez en cuando
una lágrima brota,
toma forma
cuando el sufrimiento
revienta mi carne,
y sale al mundo
para ser consolada.

Es en esas noches
cuando el dolor me supera,
y me convierte en letras.

Esta noche
la crisálida de mis ojos
se fractura,
mis susurros evolucionan en gritos.
Tornados que arrancan
la tierra de mis dedos.

Nace un poema,
vástago de mi dolor,
bocanada de vida
que me sostiene flotando
en este mar de soledades.

Las fuerzas me abandonan,
me suelto, se despeña mi ente
para caer aún más profundo
en la espesa penumbra.

Me enrosco dentro del cuerpo,
se acelera mi respiración,
sostengo mi pecho con fuerza.
Aún puedo mirarme a los ojos,
y me encuentro solo…

Mi mirada destella,
ilumina brevemente la oscuridad.  
Con un dolor de parto
un poema me desgarra
arañando mi carne para salir,
y nace:
            --¡¿Dónde?! ¿Dónde te escondes?
              ¡Oh vida! Extraña visión la mía,
              precursora de mi dolor,
              fístula putrefacta de mi amor.

              Sedienta está la herida
              que provocaste con tu partida.
             
              Mira mi alma, que está perdida.
              Mira mis manos, que ya no rezan.
              Mira mi voz, que pide clemencia…

             ¡Oh! Telaraña de mentiras
             bordadas en mi piel.
             ¡Falsos juramentos de amor!

             Toma la daga,
             atraviesa mi pecho,
             ¡mátame por completo!
              No me dejes medio muerto,
              medio despierto,
              medio enterrado en tus sueños,
             que sin ti…
            simplemente no me encuentro,,,—
Silencio…
al fin las aguas se calman.
Clemencia,,,

Caigo de rodillas,
me inclino, y vuelvo a esconderme
entre mis brazos.

Sostengo la copa:
bebo, hasta embrutecerme.

Cenizas vuelan como mariposas
desde mi corazón.

No digo nada.
El cielo me ha comprendido.
Mi sangre de calamar
se desliza sin forma.
La amargura, no la tiene.

El viento congela la atmósfera.
No puedo seguir conmigo.
Me doy la vuelta
dándome la espalda,
me marcho,
me abandono…

Me apuñala su existencia:
la espina encarnada en mi corazón,
seguirá doliendo.

Sin mirar atrás,
derramo una plegaria para mí…








Mi última evocación,
último estigma:
,,,
Así
sobrevives, 
corazón obscuro
de alma violeta.
La quinta parte del poeta.
Comienzo a abandonarme,
no puedes
salvarme,
Caín.
,,,
,,,
Queda
mirando
mi reflejo
desde el baño,

cómo mi espalda, se marcha.